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Del "capricho" a la cognición: reinterpretando el autismo desde la teoría de patrones


Detalle de azulejos geométricos: una metáfora visual de la cognición de patrones
Detalle de azulejos geométricos: una metáfora visual de la cognición de patrones


¿Qué pasa cuando un niño autista «explota» porque cambiaron su ruta al colegio? ¿O cuando una adulta no puede concentrarse en el trabajo si alguien movió los objetos de su escritorio? Durante décadas, lo hemos llamado rigidez, capricho, incluso agresividad. Pero ¿y si estuviéramos viendo solo la superficie de algo mucho más sofisticado?




Lo que dicen los manuales diagnósticos

Cuando hablamos de autismo desde los manuales diagnósticos (DSM-5-TR, CIE-11), uno de los criterios centrales es la «insistencia en la igualdad, adherencia inflexible a rutinas o patrones ritualizados de comportamiento verbal o no verbal».


Durante años, esta descripción se ha traducido en interpretaciones muy superficiales: «caprichos» ante una ruta cambiada, «terquedad» por querer siempre el mismo objeto, incluso «violencia» cuando la reacción era intensa. Lo visible era el enfado; lo invisible, la lógica que lo sostenía.


Esta mirada ha dominado tanto la práctica clínica como la percepción social del autismo, reduciendo experiencias complejas a etiquetas simplistas que no explican el por qué detrás de estos comportamientos.




La propuesta revolucionaria de Crespi y Badcock


Aunque la teoría de la cognición de patrones se asocia a menudo con Bernard Crespi, su origen se encuentra en una colaboración con Christopher Badcock. Su propuesta fue presentada por primera vez en el artículo seminal de 2008, Psychosis and autism as diametrical disorders of the social brain (Crespi & Badcock, 2008), que sentó las bases para reinterpretar el autismo no como un simple déficit, sino como un estilo cognitivo.



En 2021, Crespi desarrolló más profundamente estas ideas en Frontiers in Psychiatry con Pattern Unifies Autism, consolidando el autismo como cognición de patrones. Esta teoría integra décadas de investigación sobre coherencia central, sistematización y procesamiento sensorial, ofreciendo un marco unificador donde antes había fragmentos dispersos.


Según Crespi, lo que llamamos comportamientos repetitivos, intereses intensos o rigidez en rutinas se explica mejor cuando entendemos que:


  • El cerebro autista tiende a percibir, generar y buscar patrones de forma más intensa y sistemática.


  • Los patrones no son un detalle superficial: son la estructura fundamental que da coherencia y sentido al mundo.


  • Las dificultades sociales surgen, en gran parte, porque la interacción humana es impredecible y raramente sigue patrones claros.



Esta teoría ha ganado reconocimiento académico progresivo, siendo desarrollada posteriormente en trabajos como The hallmarks of autism (Crespi, 2022) y adoptada en espacios clínicos y educativos porque ofrece algo que faltaba: una explicación coherente que conecta aparentes síntomas dispersos en una lógica cognitiva unificada.




El debate: ¿trastorno o cognición?


Crespi habló de autism as a disorder of pattern. Aquí radica tanto la fortaleza como la limitación de su propuesta. Por un lado, abre la puerta a reconocer fortalezas cognitivas evidentes; por otro, permanece anclada en un lenguaje clínico que sitúa la diferencia como trastorno.


Desde una perspectiva neuroafirmativa, sería más preciso hablar de un estilo de procesamiento cognitivo basado en patrones, no de un trastorno. Esta diferencia no es meramente semántica: cambia radicalmente cómo entendemos, acompañamos y valoramos la experiencia autista.

Como toda propuesta teórica, la teoría de patrones de Crespi no está exenta de debate académico. Algunos investigadores señalan que puede resultar demasiado reduccionista al intentar explicar toda la complejidad del autismo bajo un único mecanismo cognitivo. Laurent Mottron y otros defensores de la ventaja perceptual argumentan que se centra demasiado en aspectos cognitivos y podría minimizar las diferencias sensoriales y perceptuales fundamentales.


Además, críticos como Uta Frith han señalado que, aunque elegante, la teoría aún debe demostrar su utilidad predictiva en intervenciones específicas. Finalmente, desde perspectivas más radicalmente neuroafirmativas, algunos cuestionan si cualquier teoría unificadora, por sofisticada que sea, puede capturar genuinamente la heterogeneidad de experiencias dentro del espectro autista.


A pesar de estas limitaciones, la teoría de patrones ofrece un marco conceptual valioso que, al menos, nos aleja de interpretaciones puramente deficitarias del autismo.




Lo que significa en la vida real


Cuando reinterpretamos el criterio diagnóstico B2 bajo esta teoría de patrones, la experiencia autista cobra un sentido completamente diferente:


En la infancia


  • Un niño que necesita empezar de nuevo su historia al ser interrumpido → no es testarudez, es necesidad de que la secuencia narrativa esté completa


  • Una niña que rechaza un azúcarillo al que le falta una esquina → no es un capricho, es que el patrón visual del cubo se rompió


  • Un niño que no acepta un cuento si falta la frase inicial “Érase una vez…” → no es terquedad, es que la historia solo cobra sentido cuando la secuencia narrativa comienza de forma completa



Ejemplo sobre la lógica social: un niño que, en el parque, observa en silencio a otros jugar un juego con reglas y, de repente, se une sin preguntar, siguiendo las reglas a la perfección.


  • Interpretación obvia: parece tímido o “raro” porque no saludó ni pidió permiso.


  • Interpretación desde la cognición de patrones: no necesitaba preguntar; analizó el juego como un sistema de reglas, descifró la secuencia de turnos y se unió con confianza. Para él, el patrón del juego era toda la información que necesitaba.



En la adolescencia y adultez


  • Un estudiante que no puede corregir solo una frase sin releer el texto entero → no es perfeccionismo, es que el flujo de ideas funciona como un patrón que debe restaurarse completo


  • Una persona que siente que no entrenó si no completó su rutina exacta en el gimnasio → no es rigidez sin sentido, es la coherencia de la secuencia lo que valida la experiencia


  • Alguien que no puede concentrarse si escucha conversaciones de fondo, pero sí puede hacerlo con música → no es contradicción, es que el patrón musical es predecible; las voces humanas, no



En el ámbito laboral


  • Un profesional que necesita terminar completamente una tarea antes de pasar a otra → no es inflexibilidad, es que su productividad se basa en patrones de completitud que, una vez interrumpidos, requieren reinicio


  • Alguien que prefiere comunicarse por escrito antes que por teléfono → no es timidez, es que el texto permite procesar patrones lingüísticos sin la complejidad adicional del tono, ritmo y pausas impredecibles




Implicaciones para la práctica


Este cambio de perspectiva transforma radicalmente el acompañamiento:


  • En terapia: en lugar de «trabajar la flexibilidad», acompañamos la necesidad de patrones y desarrollamos estrategias para cuando se rompen. El objetivo no es eliminar la búsqueda de patrones, sino hacerla más funcional.


  • En educación: anticipar transiciones, ofrecer estructuras predecibles y entender que la «adaptación» autista tiene su propia lógica temporal y secuencial. No se trata de forzar flexibilidad, sino de crear entornos donde los patrones puedan coexistir con los cambios necesarios.


  • En el hogar: reconocer que detrás de cada «manía» hay un sistema de organización mental válido. La colaboración familiar surge cuando comprendemos estos patrones en lugar de combatirlos.



Además de los patrones internos que organizan nuestras propias acciones —como la necesidad de terminar una rutina o reiniciar una narración interrumpida—, muchas personas autistas describimos también una sensibilidad especial hacia los patrones externos. No se trata solo de lo que hacemos, sino de lo que percibimos en el mundo: los ritmos repetitivos de una nevera, la secuencia diaria de un bebé, la lógica en la disposición de una ciudad, o incluso las regularidades en el comportamiento de otras personas. Aunque este aspecto no aparece recogido en los manuales diagnósticos como tal, investigaciones como las de Bernard Crespi ayudan a comprenderlo como parte de una misma cognición de patrones: un estilo de procesamiento que organiza tanto lo interno como lo externo, dotando de coherencia a un entorno que de otro modo resultaría caótico e impredecible.




Una nueva mirada, una nueva práctica


Los manuales hablan de «insistencia en la igualdad». Durante años se interpretó como rigidez, terquedad o incluso patología. La teoría de Crespi, reinterpretada en clave neuroafirmativa, nos permite ver lo que realmente es: una forma de cognición orientada a patrones que busca coherencia y predictibilidad como base para entender y navegar el mundo.


Reconocer esto no significa negar las dificultades reales que surgen cuando el entorno rompe esos patrones constantemente, sino comprender que detrás de cada «exageración» hay un estilo de pensamiento que merece ser entendido, respetado y acompañado.


Entender el autismo como cognición de patrones cambia todo: la evaluación diagnóstica, la intervención terapéutica, las adaptaciones educativas y, sobre todo, la forma en que la sociedad puede crear espacios verdaderamente inclusivos.


La próxima vez que veas una rigidez autista, pregúntate: ¿qué patrón se está protegiendo aquí? La respuesta podría cambiar por completo tu comprensión de esa persona.





Referencias y lecturas recomendadas


  • Crespi, B. & Badcock, C. (2008). Psychosis and autism as diametrical disorders of the social brain. Behavioral and Brain Sciences, 31(3), 241–261. → El paper fundacional que introduce la teoría diametral entre autismo y psicosis. Establece las bases conceptuales para entender el autismo como un estilo cognitivo diferente, no simplemente como déficit.


  • Crespi, B. (2016). Autism as a disorder of high intelligence. Frontiers in Neuroscience, 10, 300. → Una propuesta provocadora: el autismo como un "trastorno de alta inteligencia". Aunque el lenguaje es clínico, ofrece un ángulo interesante sobre cómo se relacionan capacidades cognitivas elevadas y características autistas.


  • Crespi, B. (2021). Pattern Unifies Autism. Frontiers in Psychiatry, 12, 621659. → El núcleo de la teoría de patrones: cómo la búsqueda y procesamiento de patrones puede explicar tanto las fortalezas como las dificultades autistas de manera unificada.


  • Crespi, B. (2022). The hallmarks of autism. Frontiers in Psychiatry, 13, 937163. → Un retorno a los "sellos distintivos" originales del autismo según Kanner. Argumenta a favor de entender el autismo como síndrome coherente en lugar de espectro difuso.




Para profundizar en teorías previas


  • Teoría de la Coherencia Central Débil (Uta Frith, finales de 1980–1990s). → Plantea que las personas autistas tienden a procesar la información en partes y no como un todo integrado. Eso les permite percibir detalles y patrones finos que otros no ven, pero puede dificultar la percepción global.


  • Teoría de la Sistematización (Simon Baron-Cohen, 2002). → Sugiere que la mente autista tiene una fuerte propensión a sistematizar, es decir, a analizar o construir sistemas. Un sistema es cualquier cosa que siga una regla o patrón: desde una máquina hasta un fenómeno natural o una colección de objetos.



Si quieres leer más, en el apartado de Bibliografía de esta página encontrarás algunos de los artículos mencionados en este texto.


 
 
 

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