La Delgada Línea: Agresión, Acoso y el Peligro de Llamar "Conflicto" al Abuso
- Ingrid Ginkgo
- 19 jun
- 5 Min. de lectura
Todos hemos experimentado un conflicto. Es un desacuerdo, una fricción natural que surge cuando dos o más personas con intereses o ideas diferentes se encuentran. En un conflicto, las partes suelen tener un poder similar y el objetivo (idealmente) es negociar para llegar a una resolución. Es parte de la interacción humana.
Pero, ¿qué pasa cuando lo que se presenta como un "conflicto" es en realidad algo mucho más insidioso? ¿Qué ocurre cuando las dinámicas de poder se desequilibran y los actos de daño se justifican o se minimizan?.
Aquí es donde debemos diferenciar claramente tres conceptos clave: agresión, acoso y conflicto.
Más Allá de la Disputa: Agresión vs. Acoso
Conflicto: Un desacuerdo puntual o una disputa entre personas con un poder más o menos equitativo. Su resolución puede ser a través del diálogo o la negociación.
Agresión: Un acto intencional de causar daño (físico, verbal, psicológico), ya sea una vez o de forma esporádica. Busca dominar, herir o invalidar al otro.
Acoso: La agresión se convierte en acoso cuando hay un patrón repetitivo y persistente de comportamientos dañinos o intimidatorios, dirigidos hacia una persona que se percibe o se encuentra en una posición de menor poder o vulnerabilidad. No es un acto aislado; es una campaña.
La diferencia clave entre agresión y acoso radica en la repetición y la asimetría de poder. Un empujón puede ser agresión; empujar a la misma persona cada día en el pasillo es acoso.
El Peligroso Velo de "Conflicto" o "Malentendido Entre Iguales"
Aquí radica uno de los mayores desafíos y una fuente inmensa de sufrimiento para las víctimas. Cuando una persona señala que está siendo acosada, es trágicamente común que su experiencia sea minimizada por otros, etiquetándola como un "conflicto" o "un malentendido entre iguales".
¿Por qué sucede esto?
Comodidad y Evasión de Responsabilidad: Reconocer el acoso es incómodo. Implica admitir que hay un problema serio en el grupo, el equipo o la institución, y que se necesita una intervención fuerte. Es más fácil y menos demandante para los observadores o las figuras de autoridad decir "es un conflicto" y sugerir que las partes lo "resuelvan" entre ellas.
Negación de la Asimetría de Poder: Llamarlo "entre iguales" ignora la realidad de que el acoso prospera en desequilibrios de poder. Un grupo contra un individuo, o una persona con autoridad contra otra sin ella, nunca son "iguales".
Disonancia Cognitiva: Esto es clave. Las personas (incluidos los acosadores y los observadores pasivos) tienen una necesidad innata de mantener una autoimagen positiva ("Soy una buena persona", "Nuestro grupo es justo"). Si sus acciones (o su inacción) contribuyen al acoso, se produce un malestar psicológico. Para reducirlo, en lugar de cambiar la conducta, se distorsiona la percepción de la realidad:
"No es acoso, ella es demasiado sensible."
"Nosotros no discriminamos, él es el problemático."
"Si no fue mi intención hacerle daño, entonces no es acoso." Esta justificación interna valida su propio comportamiento y los protege de la culpa.
Culpar a la Víctima: Al encuadrarlo como un "malentendido", se co-responsabiliza a la víctima, sugiriendo que ella también contribuyó al problema o que simplemente no supo "manejarlo" o "comunicarse". Esto es una forma sutil y cruel de victimización secundaria.
El Rol Silencioso de los Observadores
Quizás uno de los elementos más dolorosos del acoso grupal es la pasividad de los "silenciosos". Cuando hay personas en el grupo que "no se meten", no se acercan a la víctima ni preguntan cómo se encuentra, están, sin quererlo o queriéndolo, reforzando el acoso:
Validación Implícita: Su silencio le dice al acosador: "Lo que haces está bien, no hay consecuencias".
Aislamiento de la Víctima: A la víctima le comunica: "Estás sola, nadie te apoya". Esto profundiza su sufrimiento y su sensación de desamparo.
Miedo y Disonancia en el Observador: Muchos guardan silencio por miedo a ser la siguiente víctima o por una "difusión de la responsabilidad" (pensar que otro hará algo). Para justificar su inacción, minimizan la situación en su propia mente ("no es mi problema", "ya se arreglará").
Cuando "Los Buenos" Acosan: El Peligro de la la Homogeneidad y la "Ceguera de Virtud".
Aquí reside una de las formas más insidiosas de acoso. Cuando un grupo comparte una fuerte homogeneidad (ya sea por clase social, origen étnico, color de piel, tipo de estructura familiar, estatus migratorio, o una compartida "conciencia política" o auto-percepción de ser "los buenos" o "los correctos"), la tendencia a aliarse con los iguales y a señalar o justificar el acoso hacia quien es diferente se intensifica.
En estos contextos, las microagresiones, el acoso pasivo o activo, y otras violencias pueden ser mucho más difíciles de percibir y confrontar por varias razones:
Ceguera de "Virtud" o Ideológica: El grupo se auto-percibe como moralmente superior o ideológicamente intachable ("luchamos contra la discriminación", "somos inclusivos"). Esto crea un "punto ciego" que les impide reconocer que sus propias acciones pueden ser dañinas o discriminatorias, especialmente si la víctima no encaja en su visión de "lo correcto" o "lo adecuado".
Ejemplo: Un grupo de personas blancas con conciencia social puede justificar el maltrato a una persona racializada por "ser problemática", sin ver el componente racial en su propia reacción. Un grupo de familias biparentales con un estatus económico similar podría juzgar y excluir a una madre soltera precarizada, sintiendo que sus "problemas" son auto-infligidos.
Invisibilidad de las Microagresiones: Las ofensas sutiles, los comentarios velados o la exclusión son a menudo difíciles de identificar incluso para la víctima. Cuando provienen de un grupo que "nunca haría algo malo", se vuelve casi imposible señalarlo sin ser tildado de "hipersensible" o "dividir al grupo".
Presión a la Conformidad: Cuestionar el comportamiento del grupo se percibe como una traición a la "causa" o a la identidad compartida. El disidente es rápidamente etiquetado como "problemático", "tóxico" o incluso como un "enemigo interno", lo que justifica aún más su exclusión.
Justificación por "Principios": El acoso puede ser racionalizado como una forma de "disciplinar", "educar" o "proteger al grupo" de la "negatividad" o de quien "no entiende". Esto convierte el daño en un acto supuestamente moral.
Exclusión Sistemática: La persona diferente no solo es acosada, sino que es excluida de espacios donde se podría dar una retroalimentación constructiva o una reconciliación, consolidando su posición como "el otro".
Rompiendo el Ciclo
Para romper este ciclo dañino, es fundamental:
Educar y Reconocer: Aprender a diferenciar claramente entre conflicto, agresión y acoso. Entender que el acoso es sistémico y asimétrico, y que puede manifestarse de formas sutiles, incluso en grupos con buenas intenciones y homogeneidad.
Validar la Experiencia de la Víctima: Creer en la persona que alza la voz. Su testimonio es la evidencia principal, sin importar si los demás lo "perciben" o no. Es crucial escuchar a quienes señalan las grietas en nuestra narrativa de "ser los buenos".
Activar a los Observadores: Fomentar una cultura donde el silencio no sea una opción. Intervenir no significa ser "héroe", sino simplemente no ser cómplice. Un simple "¿Estás bien?" a la víctima, o una señal de desaprobación al acosador, puede marcar una gran diferencia.
Autocrítica Grupal y Reflexión sobre Homogeneidad: Los grupos, especialmente los homogéneos o los que se perciben como "buenos", necesitan desarrollar la capacidad de autoevaluación crítica. Deben cuestionar sus propias dinámicas de inclusión/exclusión y estar dispuestos a escuchar a quienes señalan las incomodidades, incluso si eso genera disonancia y desafía su autoimagen.
Responsabilidad de las Instituciones: Las escuelas, empresas y cualquier organización deben tener protocolos claros contra el acoso, y aplicarlos rigurosamente, sin excusas ni minimizaciones.
Reconocer el acoso por lo que es, y no encubrirlo bajo la etiqueta de "conflicto" o justificarlo por una supuesta "virtud" grupal o una homogeneidad implícita, es el primer paso para proteger a las víctimas y construir entornos más seguros, justos y humanos para todos.
Si entre personas adultas no somos capaces de verlo y gestionarlo, ¿cómo podemos exigir esta madurez a nuestras infancias?.

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